viernes, 23 de diciembre de 2011

Navidad sin llamadas


Desde hace cuatro años recuerdo que tuve la desinteresada costumbre de llamar por celular a los amigos en la medianoche navideña, para saludarlos con afecto. Saludaba a una serie de amigos hasta que el saldo me dure.

Subía al techo de la casa, bajo un navideño cielo alborotado de pirotecnia ruidosa y luminosa, buscaba en mi agenda del celular los nombres de varios amigos, luego presionaba el botoncito verde y esperaba. “¡Feliz Navidad! Te deseo lo mejor con tu familia, éxitos”, era lo que en resumen decía, tras atropelladas palabras, solo ante mi sombra.

Lo hacía sin pedir favores ni esperar nada a cambio. Ingenuamente pensé, “ahorita seguro me llamará alguien para saludarme también”. Tras una larga espera infructuosa, me daba por vencido, apagaba el celular y dormía creyendo que los demás siempre estaban ocupados. Pensaba que en Año Nuevo algún amigo tendría reciprocidad, pero nada de nada. En fin, que tampoco soy de los que llaman obsesivamente.

Decidí, entonces, que en esta Navidad del 2011 no llamaré a ningún conocido. Tampoco en Año Nuevo. No es que se haya avinagrado mi humor ni ensombrecido mis esperanzas, sólo digamos que quiero dejar de parecer el tonto navideño de todos los años.

AHORA TODO VA CAMBIANDO. Para regocijarme, recientemente una nueva persona ingresó en mi vida, dándome días de alegría, cariño, amistad y amor. Siento que ya no seré el candidato ideal a ser el soltero melancólico que escribe poemas y cuentos, recibiendo elogios y nada de lo que en verdad busca. Ahora me veo fuera del cuadro del buen chico que camina tristemente soltero.

Una tarde en una plaza con viento suave fue el escenario en que conocí a una chica que mostró (y muestra) quererme mucho. También la quiero. Adoro que ambos respetemos nuestros espacios  y libertad personal. Mientras la gente celosa ve al amor y a la amistad como sentimientos casi carcelarios, ella y yo vemos a la libertad y a la confianza como pilares básicos. Ella dice que soy distinto a los demás, que al comienzo algunas cosas mías no le gustaron pero que, mientras más me conocía, se dio cuenta que soy diferente y eso le gusta. Sin embargo, ella me gustó desde que la vi.

Y yo, hogareño a más no poder, estoy feliz de que ella comparta mi nula atracción por salir a discotecas, las que seguramente estarán llenas en Año Nuevo.

En Navidad y en Año Nuevo no llamaré a nadie que no sea ella. Quiero pasar en casa ambas festividades, en  cama, leyendo un libro o viendo un poquitín de televisión. Aunque me tienta hartísimo beber champaña teniendo como fondo las canciones de The Beatles, guitarreando a mi placer.

Al final lo más importante será encontrarla esas noches, abrazarla fuertemente y contemplar el brillo de sus ojos.



viernes, 2 de diciembre de 2011

EL AMIGO CHILENO Y MI SOLEDAD

Tengo un amigo chileno que tiene una gran suerte con las mujeres peruanas. Siempre me lo encuentro caminando por casualidad en las calles de la pequeña Tacna. A veces por el centro, a veces por la calle Arica (que segurito a él le gusta por la remembranza chilena que le trae decir Arica), mis zapatillas y los suyas suelen encontrarse en una vereda cualquiera, como en esta noche.

Cuando hablamos, tanto él (me lo dijo) como yo, sentimos una química especial, extraña, como si fuésemos dos viejos barbudos que se entrometieron en una guerra de puras mujeres. Yo le cuento que me fue mal, que mi ex se burló de mí, mintiéndome soberanamente, que al parecer mi soltería es una condena eterna de la que a veces me escapo por pocos meses, terminando lisiado del corazón. El chileno sonríe y palmotea mi espalda, me cuenta de su nueva novia, o de la pasada, pero todas muy lindas y buena gente (fotos de celular de cara, cuerpo entero y con besito entre la peruana y el chileno). A algunas llegué a conocerlas y me quedaba boquiabierto, para luego decirle: Te envidio, compadre, tú sí tienes suerte con las mujeres.

Él me asegura que no es suerte, que es habilidad, florazo, pinta, arrebato. En esas horas de la noche, de la puerta de la universidad salen tantos estudiantes universitarios caminando solos, cabizbajos y me identifico con ellos. Tal vez carezco de todos los talentos conquistadores del chileno, pero quiero pensar que simplemente no tengo suerte con las mujeres porque no sé bailar ni siquiera un vals de niños y porque no tengo ese atractivo peruanamente aceptable.

Recordé entonces que de pronto aparecía alguien especial para iluminar mi vida y yo le era honesto, directo, romántico y detallista. Pero todo eso me falló como un mapa bamba que no me conducía al tesoro de amor que busco desde mi adolescencia. Un primo limeño, fanático de las películas estadounidenses y mexicanas,  me dijo hace poco que hay que ser menos halagador y detallista con las chicas, que a la mala se logra más, siendo calculadamente machista y algo chingón (jerga mexicana que significa, vivo, pendejo, estratega). “A muchas mujeres les gusta sufrir y ahí es cuando te quieren más”, me aconsejaba mi primo, que en Lima aprendió un montón sobre cómo tratar a las mujeres y le fue excelente (como dice el cabeza de buitre que es el Señor Burns). Entonces recuerdo las rosas que le obsequié a mi última enamorada que terminó yéndose con un morenito esquelético que se alucina más sabio que Gandhi. Para colmo de males ella dice que yo la dejé ir. ¿Quería que la secuestre o qué rayos? Pero por fortuna todo eso se difuminó. Tarde supe que ella era legionaria de la política aymara-quechuísta, algo que va contra mis ideales cosmopolitas de libertad, lejos de racismos criollistas, indigenistas o extranjeristas. El chileno me precisó: "¡Deja a esa bruja y ni más le hables!". Pero no sé si mi terquedad o cortesía hacen que todavía le diga un menguado hola cuando la veo. Soy un mal aprendiz con orejas largas.

En la cadena de equivocaciones que arrastro, no sé si la solución sea dejar de lado mi fracasado romanticismo, como una foto en blanco y negro olvidada en el albúm de mi corta vida. Ser machista y chingón sería traicionarme a mí mismo. Personalmente conozco y veo a muchas parejas felices y de pronto me pregunto en qué fallé o porqué me fallaron tanto. Mis primos tienen enamoradas lindas, estudiosas, triunfadoras. Conviven varios años y les va bien, sin ser profesionales. Sin embargo  me dediqué más a "estudiar Ciencias de la Comunicación" (a aprender una teoría que a veces muere cuando me siento a trabajar) sin darme cuenta que descuidé tremendamente el amor y probablemente por eso piso pantanos de los que me arrepiento estoicamente. Pero sigo adelante, sabiendo que en la vida la confianza es algo que nunca debe abandonarse, porque el día en que una persona deja de confiar en la vida será otro robot más de esta sociedad consumista o, peor aún, un potencial suicida.

El chileno me enseña que sólo aplica poesía, buenos chistes y ya está, a servirse del amor.

“Aunque fueron tantas las veces que me dejaron con la palabra en la boca”, me cuenta él con sus ojos oscuros en la puerta de la Universidad Nacional Jorge Basadre.

Pasan las chicas y él tiene el valor de saludarlas con un ¡hola! sin conocerlas. La mayoría se pasa sin hacerle caso, pero algunas sonríen, pocas lo miran con un gesto risueño. Yo sigo parado a su lado, riéndome y aplaudiendo sus ocurrencias, apuntando mentalmente el cómo ganarme un poco de esa gran suerte que él tiene con las chicas.

“Esas que sonríen están listas. Las que voltean la mirada, servidas”, me dice con voz de gurú el amigo chileno. Y desde esa día que brindamos con buenas cervezas artesanales para conversar largas horas, sé que esta amistad seguirá hasta que peinemos canas.

Tal vez algún día encuentre un corazón sincero que me corresponda. Hasta que llegue ese mágico episodio en mi vida, seguiré aplaudiendo el éxito mujeril de mi amigo chileno.

domingo, 25 de septiembre de 2011

El lamento del Lobo y el Mono del árbol

Siempre miraba sus ojos al filo de la medianoche. En esa época, Jano quería con intensidad a Mery, caminaban juntos por la selva. Los sentimientos maduraban naturalmente como las rosas que Jano regalaba a Mery. Sin embargo, una sombra simiesca apareció de la nada y corrió, hasta robarse la atención de Mery, y miró con rencor a Jano, que ignoraba al mono flaco que pretendia ser su rival.

Sólo hay guerra cuando dos o más partes pelean. A Jano, el mono flaco le importaba tanto como un plátano podrido. No pensó que el mono flaco sería tan hábil para hablarle de amistad a Mery cuando en verdad sus pretensiones eran otras. Mery escuchaba hipnotizada la sabidutía barata del mono, hasta que llegaba Jano, entonces el mono se escapaba calladito, aprovechando la oscuridad de su piel y de la noche, era un camaleón de las sombras.

En la última semana, Mery hablaba con otra voz y otras ideas, al punto de ser irreconocible para Jano. Jano tenía ganas de capturar al mono una noche, solos, moerderle la cola y clavarle sus colmillos al simio jetón. Pero Jano no quiso ser abusivo, atacando a un primate no evolucionado, pensando que quizás Mery tendría algo de raciocinio para darse cuenta de las piruetas y discursos disfrazados del mono, ese falso amigo.

Pero la lógica pierde muchas veces.

Mery subió al árbol abandonado del mono, que brincaba contento porque !por fin alguien le creyó su teatralización improvisada!

Mery no quiso más rosas de Jano.

Caído pero nunca rendido, Jano veía con disgusto, recostado en el pasto, cómo Mery estaba abrazada jubilosa con el mono parlanchín. Comprendió que en la vida se pierde, a veces, con el menos pensado o el más débil. Jano se sintió estúpido por primera vez en su corta vida. Pensó que la teoría de la Selección Natural, de Darwin, era una gran mentira humana. Pero pensó también, que tal vez, muy en el fondo, Mery también es como el mono, pura teoría efímera y una caja llena de incertidumbres y payasadas.
Jano miró con cariño a su rosa roja, la soltó lentamente de su hocico para dejarla caer en las raíces del árbol del mono.

"Para que veas que esta rosa se muere contigo, Mery".

Jano caminaba solitario, iba a reunirse con sus amigos los lobos para aullarle a la luna y empezar la caza nocturna. La jungla era un lugar donde había que vivir rodeado de amenazas. "¿Qué rayos es entonces Mery?", aullaba con sus amigos los lobos.

"Los lobos no necesitamos de un estúpido árbol para poder vivir como los monos. El mundo entero es nuestro hogar", reflexionó el Lobo Sabio, primo mayor de Jano.


"Tal vez conocer una loba sea mi salvación", finalizó Jano.

domingo, 14 de agosto de 2011

Quiero ser funcionario (público)

Tiempo que no escribo en el blog, al que regreso con la deuda que se tiene al amigo abandonado o al libro a media lectura. Me escucho, entonces, como un eco lejanoComo era de preverse, desde diciembre pasado que acabé la Universidad y ahora tramito mis documentos para recibirme como Bachiller en Ciencias de la Comunicación. Luego a por el título. 

Tras tanto tiempo de estudios (5 años que se pasaron volando, aunque pensándolo bien fueron laaaargoooos), empiezo a juntar mis documentos para poder trabajar algún día como funcionario (según Marta Hildebrandt -Libro: El Habla Culta- no se debe decir funcionario público porque es una redundancia, ya que funcionario significa: persona que trabaja para el Estado y tiene “funciones” que cumplir). Por eso me propuse, en un bienio, acumular experiencia laboral (requisito imprescindible en los concursos públicos).

Una pequeña reflexión que maduré desde que fui practicante del meritocrático Ministerio de Trabajo (1 octubre 2010/31 enero 2011) es que se puede laborar cómodamente en el sector público. Tuve una grata experiencia con el equipo de la Dirección Regional de Trabajo-Tacna.Te respetan las fechas del sueldo, los feriados, escolaridad, día de cumpleaños, una serie de beneficios que en el sector privado (en su gran mayoría) no existen. Enarbolábamos las  banderas de la responsabilidad y del compromiso. En la otra cara de la moneda están los funcionarios quejosos y problemáticos de otras instituciones, que deberían ser retirados y así se nos permita ingresar a los jóvenes que sí queremos marcar la diferencia. Darle un cariz honesto y jovial al empleado público.

Por salud del Estado Peruano es de vital importancia que el Gobierno de Ollanta Humala sí aplique la meritocracia, admitiendo a los jóvenes profesionales que tengan buenas calificaciones y  cero denuncias por corrupción o antecedentes penales. Cuando me entero de las denuncias penales por corrupción y peculado que cargan numerosos funcionarios de la Región y Municipios de Tacna, entiendo el porqué hay presupuestos tan mal invertidos en una política de cemento y no de cerebro. Mientras en Europa se potencian las becas de estudio, proyectos culturales, actividades de responsabilidad social, acá en Perú la mayoría de autoridades parecen tener el cerebro lleno de cemento y  comisión, cutraaaa

Las remuneraciones de los practicantes son  insuficientes, lo justo es que sean mejoradas. Y ni qué decir de algunos practicantes que conocí (ex compañeros) que en el Ministerio de Salud y Poder Judicial no recibían ni un centavo, naaaaada. O sea, el practicante pagaba su propio pasaje, como si la institución fuese tan sagrada y benévola para acogerlo en su nido. Y para caerse de cabeza, ¡todavía le exigen como si fuera otro funcionario bien pagado y con derechos laborales!

La palabra ABUSO  merece cincelarse en una piedra, ahí en la frentera de dichas instituciones, a la puerta de ingreso para que todo el mundo lo sepa. Quizás así le bajen por lo menos unos 300 ó 400 nuevos soles a los 4 mil ó 5 mil que gana el jefazo. Una migaja, ¿no?

A los amigos practicantes, chicos y chicas, no vayan a un lugar donde no les paguen por su trabajo. Ahora que si quieres hacer voluntariado, quizás ser misionero o, peor aún, explotado, ya depende de ti.

Por eso digo, como una publicidad de profilácticos que hace diez años había: "Decide tú mismo, no permitas que otro deSida."

En el amplio ramillete de decisiones que nos pide la vida, tengo la verde esperanza de ser funcionario algún día. 





jueves, 5 de mayo de 2011

PATITO FEO RUMBO A SER FELIZ (cambios y más cambios)

Siempre CREÍ ser el patito feo. En el colegio, en la Universidad. Aunque hubo brevísimos momentos de gloria como el ser la pareja (momentánea y sin derecho más que a posar en las fotos) de la reina del colegio primario o de la radiante quinceañera de secundaria, no me sentí contento más allá de esas horas protocolares; tampoco ser el impensado mister del salón y ser maquillado, con polvos antibrillo y gel húmedo, apoyó a descartar en mí el síndrome de "el patito feo".


Después sacrificios de nerd. Andar solo como un lobo estepario concentrado, ceño fruncido, serio, concentrado en todo y en nada. Todo para evitar frenos que aletarguen o trunquen el camino a la profesionalización. O sea, a estudiar y estudiar, jovencito, sin excesos fiesteros ni enamoramiento que luego  terminarás como un ebrio frustrado sin cerebro o serás padre a temprana edad, respectivamente. Más o menos eso me decían mis padres. Nunca pensé que alguien podría crucificarse a sí mismo durante tantos años. Ese alguien, estoy seguro, fui yo.

Sin embargo le saqué la vuelta a esos sacrificios y pude aprovechar una vida paralela: un mundo nuevo nacido del conjuro de dos palabras: LEER Y ESCRIBIR. Hay libros donde me sentí como el típico nerd de biblioteca que está lejos de conocer más amigos y socializar porque yo mismo cerré las manos y el corazón en un tiempo que siempre consideré mío pero que en verdad fue PRESTADO. Ahora lo sé, lo aprendí: DEBES VIVIR LIGERO porque la vida es fugaz y traicionera. Tu desastre puede estar a la vuelta de la esquina, así como el amor de tu vida, oportunidad irrechazable si quiere vivir y no malvivir. Leyendo fui el implacable Sinuhé (que viajó a pelear contra miles de espíritus malignos en La Rebelión de Lucifer, de J.J. Benítez), fui El doble filo Gío (que vivió insatisfecho y murió en un farandulero círculo de amigos falsos, El Giocondo, de Francisco Umbral), fui el incomprendido Erik (que padeció un amor desastroso y obsesionado en  El Fantasma de la Ópera, de Gastón Leroux).  Hay más personajes que me hubiera gustado encarnar, pero no quiero dilatar más estos párrafos.  

Ser todos y nadie es una ventaja que los libros te otorgan: no sales herido de las guerras librescas ni eres el súper héroe de moda.
¿Egresado y?  Ya, listo, acabé los 5 años de Ciencias de la Comunicación y la verdad siento que hay bastantes cosas del periodismo que no me gustan y no me gustarán. Por ejemplo, esperar infinitas horas para entrevistar a un viejo calvo intelectual que quizás ni me quiera dar la mano al terminar la sesión periodística, ofreciéndome el muy reputado con sus dientes temblorosos su último libro a la venta. "No gracias, otro día regreso". No regreso ni con el pensamiento. Conozco periodistas a los que ser mermelero o franelero (que no es lo mismo pero son como hermanos: nacidos del mismo vientre enfermizo) les cae mejor que el apellido de su deení (Documento Nacional de Identidad) celestito. 

Pese a todos los problemas de la Universidad Nacional Jorge Basadre Grohmann, debo admitir que le tomé un gran cariño a ciertos ambientes universitarios. Me late que más que los profesores y compañeros, me encariñé colmadamente de "esas noches solitarias en que yo escapaba del salón y vagabundeaba pasos abajo, hacia la lóbrega Facultad de Educación, y escuchaba las letras nostálgicas de esas baladas latinoamericanas-tristísimas- desde la Conchita Acústica de la Universidad en esa noche nostálgica. O sea que la nostalgia era la protagonista saliéndose por todas mis venas y ojos y no encuentro mejor palabra que esa para reconocerme como un patito feo por naturaleza y decisión propia, hasta que alguien me exorcizó, en cierto modo.

Dicen que luego del invierno llega la primavera, que luego de las más sangrientas guerras llega la paz, que luego de los huracanes las ciudades quedan más tranquilas (no hay nadie silbando ni gritando luego del susto  tremendo). Debe ser cierto. Es madrugada y mis ojeras de lecturas me dicen que valió la pena el sacrificio, como si Dios me escuchara. Estoy enamorado.

Es la primera vez que hay tanta química, tantos sentimientos y gustos encontrados. Soy muy joven para querer cerrar así el capítulo de mi vida emocional, lo sé, pero en aras de la honestidad siento que encontré a la chica que siempre, aunque sin proponérmelo, busqué (quizás es un error que muchos cometen por decir a cada rato esa frase. En mi caso es la primera vez que la digo).

"Es que somos dos geminianos que el tiempo separó hace muchíiiisimo tiempo", me dijo ella con su gran sonrisa. Sonrisa de ángel con ojos de aceituna. Me derrito como el rico helado que cada uno se pide. Le digo mil tequieros y estoy imparable. Y cuando ella dice que me quiere mucho siento que ya no soy el patito feo y menos un ex-crucificado. Es como si sus manos borrasen las cicatrices que mi alma tiene. Cicatrices que nadie ve ni percibe, más que las personas que me conocen bien a fondo.

Tantos atardecer recostados en el pasto en las afueras de la ciudad, viendo al sol ocultarse en lontananza. Tantas noches de la mano como salmones yendo contra la autopista. Las coincidencias se imponían ante las diferencias y las diferencias eran apagadas por nuestras sonrisas. "Dame tu mano". 

¿Porqué escribí esto tan coloquialmente en vez de hacerlo un poema si  algunos algunos me dicen que soy un purista del lenguaje? Bueno, no soy un purista dinosáurico de los que son una especie en peligro de extinción. Pero si ser purista es escribir correctamente y esquivar a toda manera el metrofloggero y facebookero típico como "k tal, iio vien, zabez, n zeeee, scribo com krjos me dE l Gna" !soy entonces un purista! Tengo amigos que escriben de esa manera tan computacionalmente moderna y no me incomoda, así como la manera en que cada uno escoge qué ropas comprarse cuando va de shopping. Pero claro, personalmente soy devoto de Su Excelencia El Diccionario (que es un cementerio de palabras, según un viejo escritor muy crítico de los jóvenes del chat ). Para mí el diccionario es el amigo indesmayable que cuando tú no sabes algo te dice, "ven, mira, que aquí tengo la respuesta". Lo mejor: no te pide nada a cambio y no tiene fecha de vencimiento como nosotros, simples mortales. Me asombro cuando veo en la Casa Basadre de Tacna libros que quintuplican mi edad...y más todavía.

Verdaderamente ella ahora forma parte del diccionario de mi corazón que así como papá, mamá, hermanos, amigos leales, les pone un halo de estrellas a cada persona. La confianza es grande y recíproca. Si criticas este romanticismo mío te diré: Sé que hay cambios, que las personas cambian. Pero la vida nos enseña que tarde o temprano tienes que confiar. Si no confías en nadie (ni en tus padres o pareja) te quedarás solo como un esquimal en tu confinado iglú. Vale la pena confiar...pero siendo precavidos.

A ella que seguramente leerá estas palabras le digo: "Siempre estuve esperando por ti". 



jueves, 17 de febrero de 2011

Diario del jueves

Anoche recibí la llamada de un número nuevo a mi celular. A las 10 y 50 jugaba en la computadora con mis hermanitos (aprendieron rápido), por lo que el celular seguro timbraba, lejos de mí, en mi cama.

Llamé a ese número casi a la medianoche. No tuve más respuesta que el típico timbrado de la espera agobiante. ¿Será alguna persona conocida, un extraño, un bromista o simplemente un número errado?

Por estos días estoy leyendo a tiempo completo varios libros que me esperan. Así vacaciono, en casa, a veces yendo de shopping a centros comerciales o librerías. Pero luego de ver los tantos libros que quisiera comprar, pienso que en cierto modo es verdad lo que dice Julio Ramón Ribeyro al comienzo de Prosas Apátridas: “¡Cuántos libros, Dios mío, y qué poco tiempo y a veces pocas ganas de leerlos!”. Ganas siempre tengo, pero el tiempo es un ave que vuela independientemente, un factor esquivo, como agua que huye de mis manos.

El año pasado entre los números extraños a los que devolví la llamada, encontré a varios amigos que extrañé, que por motivos de tiempo no pudimos vernos con la frecuencia deseada. Una deuda amical. Pero ahí sacábamos un momento a como dé lugar, así nuestros horarios sean disímiles.

Siento que cada amigo es un libro, porque me gusta leer su mirada, su voz, su sonrisa, sus palabras y también me gusta que lean mis torpes actos (esos ojos redondos de sorpresa, mi voz igualita a la de Mickey Mouse, mis manos abanicándome porque este verano es un horno, manya).

Descarté a un pesado que timbraba frecuentemente a mi celular (o sea, no me llamaba, sino timbraba para que yo sepa que quiere comunicarse). Un chico escogía distintos celulares, llamaba a horas inoportunas y cuando yo le preguntaba el motivo de su llamada, sólo me decía, para que tengas mi nuevo número, con su voz burlona. Ni tonto ni acomedido, le dije que el chistecito ya propasaba mi tolerancia, que si él quiere decirme algo, mejor me escriba al e-mail. Apenas acabé de conocerlo una semana y me resulta antipático. Si fuera un amigo de toda la vida, un familiar, una persona especial para mí, le banco todo, todo.

Hay sonrisas que nunca me cansaré de leer, contemplar, en algunos casos: la de mi amigo Alejandro (el rey de la timidez, que a veces tartamudea), la del profesor César (que es a ratos aguda o grave y siempre contagiosa), la de mi compadre José María (que achina los ojos y muestra una cara de premiado por la lotería) y la sonrisa de la divertida Kathy (que es grande y parece nunca perderse, como la del Gato Chesire, de Alicia en el País de Las Maravillas. Esa sonrisa perdura aunque el cuerpo desaparezca).












viernes, 28 de enero de 2011

¿ERES GAY? ---conversando en la vereda de la esquina mientras anochece


-¿Eres gay? -preguntó ella mientra olía el fuerte perfume de su amigo.
-No.
-Pero pareces. ¿Seguro que no eres?
-Para nada, si quieres te doy un beso y sabrás que no soy gay.
-No, gracias, ahí nomás- dijo ella ocultando una fugaz emoción.
-Jajaja...¿eres lesbiana entonces? -bromeó, en revancha.
- No!...pero ya, creeré que no eres gay.

Un auto pasó raudo por la pista haciéndo chillar sus llantas y levantando una leve polvareda que, para su fortuna, no los alcanzó. Ambos fueron envueltos por miradas primero serias luego coquetas, hasta sonreír con cierta coquetería infantil.

Él miró detenidamente la cadenita que le regaló por Año Nuevo 2011 y que a ella le colgaba y brillaba en el cuello. Pensó vampíricamente: Quisiera ser esa cadenita, para gozar de tu cuello.

El sol de la tarde caía como una piedra de fuego atrás del cerro, quitándole luz a la ciudad y a la esquina donde se habián sentado a conversar, según ella, seriamente. Él pensaba: hoy la besaré. 

No esperaba que ella cuestionara su sexualidad, con aires de psicóloga. Pero él entendió que el exceso de perfume utilizado y el gel al cabello más la ropita entalladita al estilo torero, más su peinado raya el centro y cerquillo, lo amaneraban gravemente, como un John Travolta del 22 años. 

En fin, que ella tampoco pensaba rechazar eternamente la propuesta de un choque de labios. Aunque le hubiera gustado, no se atrevió, solamente sonrió con solapada timidez, tocando su mano, revolviéndole el pelo, como pensando: "veo a la primera estrella de esta noche".  Pero le quedaba claro y le parecía un signo divino que esa estrella no se hubiese afeitado una semana. "Qué linda barbilla tienes".

La noche nacía y nada mejor que abrazarse en esa vereda que comenzaba a calentarse, más que por el peso de sus derriers, por el cariño que se depositaban bastante, demostrándolo poco a poco.

Debía de perder el miedo e INGRESAR A ESE TÚNEL DE FANTASÍA. Tarareó una canción:"Sí existe el paraíso, existe en ti, Mujer"

Pensó: "La próxima vez que la vea le robaré un beso. Debo  arriesgarme. La empiezo a querer peligrosamente. No puedo evitar esto que crece en mí".

domingo, 16 de enero de 2011

BROTE DE NOSTALGIA (la voz oculta)

Se abría la costra de la herida del recuerdo. RECORDAR. La fiebre que esa idea le trasmitía se desparramaba ante cada detalle que le haga pensar en ella. Lo más superfluo podía ser letal. Como esa tarde intensa que ella olvidó un arete en la habitación que, al día siguiente, él se pondría en la oreja de puro curioso, pero con cariño, pensando en la orejita de su niña mimada. Esa oreja que tantas veces besó hasta que la madrugada y el cansancio le digan basta. Ahora, en la eterna lucha por olvidarla, había perdido. Era un suicidio mental. Verla en todas partes, aunque no esté. Creer que ella estaría en la ventana de esa lejana habitación, en el segundo piso de la casa de ella que él antes visitaba con la emoción muy bombeadora en el pecho, a veces a pie o en bicicleta. Creer que ese perfume de otras chicas bellas solamente le pertenecía a ella. Intentaba sacársela de la mente, pero surtía el efecto contrario: recordarla más.

Ahora el humo del porro se le iba. El rojo candente de la cabeza yerbera apenas alumbraba en la habitación oscura. Esta madrugada el íntimo veneno de la nostalgia lo violentaba sin remedio. Los RECUERDOS resucitaban del estado momificado en que se hallaban. Antes, ella y él, en el parque, jugaban como dos niños enamorados. Compartían el mismo helado de crema de vainilla con las chispas de caramelo. Incansables en quererse. Sentados encima de la banqueta amiga donde escribieron las iniciales de sus nombres con un lapicero negro, A y R, veían con embeleso al sol que se extingue al atardecer, las palomas volando y la gente dándoles maíz y tomando fotos. Sus miradas volaban entre sí, con las nubes de febrero del 2010, como la pelota blanca de las niñas que más allá jugaban vóley sobre el pasto y cerca de los árboles. Pero ya no es febrero;  es enero del 2011 y la noche cae en ángulo perfecto para fotografiar el lugar de ese beso que antes fue dulce como la miel y ahora es certero como una picadura de escorpión directa al corazón.

El negro recuerdo le hizo creer por primera vez que arrastraba una mala estrella desde que Ale viajó a Lima para no volver…

R escribió en su diario: "¿Porqué me duele tanto saber que pudo ser mejor y prosperar, pero que faltó la chispa adecuada entre los dos? ¿Debo pensar que me olvidó o que jamás volverá? ¿Debo seguir sus pasos? ¿Será una prueba que me pone la vida para saber si merezco por fin darle un rostro a mi propia felicidad?"

Sus dedos se avergonzaron de escribir "PERO TODAVÍA TENGO ESPERANZA" y "DEJARÉ TODO POR ELLA", pero en su mente se rubricaron firmemente esos planteamientos de tintes masoquistas.