lunes, 30 de noviembre de 2009

FIESTA DE QUINCE AÑOS (ahí estuvo el equipo VIERNESNUEVEYTREINTA)

El sábado en la noche fui al quinceañero de Miluska, la hija del profesor Edilberto. En la misma mesa, Luis Ángel, Redy y yo, brindábamos por la fiesta, por el profesor y por la amistad que nos hermana. Aunque el whisky tiene un sabor ácido que no es mi favorito, igual le di unos sorbos a la copa. Miluska, con su vestido largo y de la mano de su padre, el profesor Edilberto, ingresaba al centro de la pista de baile. Aplaudimos. El flaco alto que animaba la fiesta, apoyado por el micro, leyó una hoja donde nos contaba sobre la vida de Miluska. Escuchamos atentos, Miluska era cinturón marrón en karate shotokan y muy aplicada en sus estudios. Disfrutamos la lectura. Intuyo que ese simpático y creativo texto fue escrito por la mano paternal. Los compañeros (as) de Miluska se posicionaron frente a la torta y, formando una medialuna, le dedicaron palabras amistosas. Posteriormente la homenajeada prendió una a una las velitas que ellos sostenían.

Después ambos bailaron ante la redondela hecha por los que los mirábamos. Desde el piso la máquina de   burbujas llenó la pista de baile, burbujas por doquier, mientras padre e hija se abrazaban entre sonrisas y miradas cargadas del invencible sentimiento familiar. De súbito, él la elevó por los aires en un abrazo fuerte, conmovedor, e hizo que Miluska girase como una hélice del helicóptero que ambos conformaban. La ovación del público llegó a su cúspide, momento en el que pensé: "algún día bailaré así con mi futura hija, algún día". Los ojos se me humedecieron de ver tan tierno gesto.
La pista de baile, situada a un lado de la mesa, separada por una pared, era invadida por los bulliciosos ritmos que los jóvenes bailaban. Chicas felices con sus vestidos cortos. Chicos con terno y la corbata floja. La noche era animada por unas clawns (chicas de narices rojas y vestidos graciosos) que repartían globos e invitaban a bailar a todo el público. Luis Ángel quería bailar con las chicas (14, 15, 16 años). Personalmente, más me importaba seguir metiendo diente al cerdito asado con papas bañadas en mayonesa y arroz amarillo.
Este sábado se hizo inolvidable. No todos los días se cumple 15 años.