lunes, 15 de octubre de 2012


El Baile Solitario
Por: Rogger Avendaño Cárdenas 


Bailabas sigilosa tocando
el corazón que nadie me ve,
ante el círculo de miradas
que me evitaron esa noche.

Espumosas copas y sonrisas
adornaban cada mesa festival,
donde nunca estaré.

Te admiré entonces desde lejos.

De pronto, el paraíso de tu mirada
descansó en mí, llevándome a soñar.
Seguías bailando, todos te adoraban,
me miraste y tu índice me llamaba.

Las manecillas del reloj se detuvieron
cuando mis pasos iban a tu orilla.

Te dejaste envolver por mi abrazo
y las caras del silencio me atacaron
por quererte y no saber bailar.

Desesperadamente te aferré a mi pecho.

Escapamos de ese invierno sin palabras
y supimos que el mundo era un laberinto.
Tú te guapeabas bailando sin parar
y yo te seguía, congelándome, sin bailar.

Afuera, te apreté en un árbol y nos abrazamos
hasta que la somnífera mano de Morfeo
cerrara nuestras pestañas en el pasto.

La noche antes fría, iba entibiándose,
en el nido formado por un beso de fuego.

El tiempo era elástico, impredecible,
hasta que desperté y no sentí e calor de tus labios.
La noche se había muerto contigo,
para que naciera tu recuerdo
y nunca leas esta carta.