martes, 18 de mayo de 2010

APUNTES DE UN MARTES CON SABOR A DERROTA



Clarito me lo había remarcado el instructor de pesas, Don Carlos: “Si vas a levantar más de 60 kilos, primero debes de calentar los brazos, estirarlos y luego trabajar abdominales superiores e inferiores”. Esta mañana pensé: mejor los abdominales para la sesión de otro día, ya que, primero, soy delgado y segundo, en la calle no ando con la panza al aire. Una repentina confianza de león hizo que ni bien acabé las dos horas de entrenamiento y fuese a la ducha, sintiese un entorpecimiento de mi columna y del cuello. Makurki.

Apenas logro torcer la columna o el cuello y crujen “conejos” de los huesos y nervios flojos, medio resaqueados. A las 11 de la mañana, estuve tendido como un lagarto en mi cama pantera (negra, con la caraza de una pantera en el medio). No me duele, pero incomoda. Voy a la cocina por yogur; no hay, entonces voy a la tienda. No puedo amarrarme las hileras con la soltura de antes, ahora como un obeso debo de inclinarme con precaución exagerada para no perder el equilibrio. Al mediodía entró rico el lomo saltado, pero igual, la incomodidad perdura.

Después, el horario me dice que a las 4 de la tarde en punto empezarán las clases en la universidad. Pero fiel a mi holgazanería innata, iré a eso de las 5 y 30. Sumado a la flojera, el calor asesino de estos días me tiene lelo, porque debo reconocer: soy un hombre que necesita el clima frío de los lobos árticos y de los osos polares.

Apegado al refrigerador, tomando agua helada, me pasé gran parte de la tarde, viendo a mi loco gato Marti hacer piruetas en el aire, tratando de atrapar de un zarpazo a un moscón que zumba como un mini helicóptero. Chápalo, Marti, y si quieres, cómetelo, gato insectívoro (pese a que le doy banquetes cárnicos de mis alimentos y su propio RicoCat).


Y pensar que dentro de poco seré esclavizado por las eufemísticamente llamadas prácticas preprofesionales que me exige la carrera de Ciencias de la Comunicación. Torturas preprofesionales, sería más justo denominarlas. Pero de este remolino de responsabilidades no puedo escapar. Ojalá mi jefe sea sincero, responsable y honesto. ¿Pido bastante, acaso? Sería bacán y aplaudible, también, que se apiade de mi billetera y le ponga algunos reales para que mis pies y mi cabeza circulen más rápido y bien aceitados.


Vaya faenón (perdona que gaste tanto tu palabra Bieto Quimper, rey de los petroaudios y de los juicios resueltos por teléfono). Pero a veces creo que hay gente muy conchán (Cristian Meier, patenta esta palabra, te juro que ganarás una fortuna si lo haces) que no paga ni un centavo a los practicantes. Lo peor: casi todos mis compañeros que también realizan prácticas me dicen, muy convencidos de su derrota: "pero es que siempre ha sido así el trato a los practicantes". Les dije y les sigo diciendo: eso quieren que nos creamos, nos meten esa yuca fujimorista de que debemos hacer de todo sin esperar nada. Y les ejemplifico algunos casos: mi ex enamorada era practicante de contabilidad en Ceticos, ganaba 850 nuevos soles mensuales por 7 horas de trabajo de lunes a viernes. Un amigo que tengo, realizaba prácticas en la Sunat, cobraba 750 nuevos soles mensuales. ¿No me crees, hijo mío? (perdonen mi sarcasmo sacerdotal) Ingresen a la página web de la SUNAT y verán el dinero que se les paga a los practicantes.

***
Sé que me dirán soy como el salmón que va contra la corriente, que soy un asistemático, pero bah, eso lo dirán los que como ranitas en un cajón de cartón no saben que la salida está a un paso, a un documento, a un clic.

Ojalá se me pasé el dolor de espalda, trato de estirar el cuello como la jirafa, para distensionarme. Marti juguetea con el vencido moscón en el piso. Las prácticas ya se me vienen encima, como un huaico, ¿o como una esperanza? Jojolete, ya veré cómo me las arreglo. La idea es tener tiempo libre para seguir escribiendo y participar en torneos de karate. Asimismo para tomar bajo la luz de la noche un café o un helado o pasear con alguien especial o irme de shopping.

Moraleja: !los practicantes no somos la última rueda del coche. Sin practicantes, no se formarían profesionales!