sábado, 30 de enero de 2010

Las vacaciones, el verano y el karate.

(Mirada de serio, retador, desafiante)

Hum…por fin respiro los libertarios aires vacacionales. Oficialmente, las clases en mi facultad -de Letras y Ciencias Jurídicas- acabaron. Sin embargo, el curso de Psicología de la Publicidad en Comunicación, dictado por un profesor interfacultativo (que proviene de la Facultad de Educación de la misma universidad donde estudio), recién empezará sus clases a partir del lunes. Ni modo, me bancaré tal atadura, que implicará poco tiempo. Tendré tiempo de sobra para volcarlo a otras actividades.

Las clases de karate van estupendas. Anoche practicamos kata y algunas técnicas de bloqueo. Pude ver a los pupilos cuyo turno empieza una vez que acaba el mío: 8 de la noche. Vi que hay otros cinturones blancos como yo. También había anaranjados y verdes. En la ducha, los saludé como el karate recomienda: “oss”. Ellos me respondieron: “oss”.

El kata es como un paso de baile. Sólo que este baile implica movimientos corporales de ataque, defensa y contraataque (en You Tube pueden verse).

Escapé del mar. Me excusé para no ir a la playa ante la familia, los compañeros de la universidad y ante los amigos de mi promoción del colegio (año 2005). Les dije que tenía tareas, trabajos, un plan con una chica, un calambre de la puta madre y otras nobles cosas relevantes en la vida. O sea que me hice el Pinocho por esos días. Los toreé, ya que le tengo una limitada simpatía a las playas del sur peruano. Aparte de que no son tan bellas como las playas del norte peruano o las que aparecen en los almanaques caribeños, tengo hipersensibilidad epidérmica al sol. O sea, cuando voy a playa –y no puedo evitar zambullirme o correr como loco en la orilla y jugar fútbol- termino hecho un camarón por lo roja que se pone la piel bronceada. Además, me descascaro como si yo fuera una serpiente en plena muda de piel.



Me decían: “pero usa bloqueador solar, no seas tarado”. Pero no sirve, igual me pelo y termino con los ojos rojos como drogadicto. Me decían “entonces quédate en la sombra, joven Vampiro”. Pero no puedo evitar acercarme, nadar y bucear cuando veo bastante agua cerca. Adoro chapotear en el agua, aguantar la respiración. Y lo más importante: no quiero parecer el idiota eternamente sentado bajo su sombrilla que le teme al mar (sé nadar como José Olaya, mártir peruano que cruzaba el mar nadando).

Sin embargo gocé en las piscinas. Fui dos veces. Solo. Eran en los baños sauna ADÁN Y EVA. Pasé por la cámara de vapor y la de calor seco. De 3 de la tarde a 8 de la noche. Al finalizar, quedé tan seco como una uva deshidrata. La piel me olía a eucalipto. ¡¡Pero qué cool la sensación de frescura!!

Pero el verano todavía no muere. El calor infernal me sigue haciendo sudar como un luchador de sumo en sauna. ¡No soporto tanto calor! Quisiera aventurarme a pasar unos días paradisíacos en la fría Siberia y permitir que aflore el ICE-MAN que llevo dentro. Aunque no descarto la práctica idea de poner junto a mi cama al refrigerador, para abrirlo y congelarme toda esa sangre caliente que me hierve por estas temporadas.FRÍO, I LOVE YOU.
¡¡Te necesito!!