miércoles, 1 de febrero de 2012

¡APROBAMOS!

 
¡Aprobamos el examen, carajoooo!, gritaron mis compañeros. Dicha expresión reinó también en los facebooks de chicas a las que nunca escuché ni leí palabras de tal calibre. ¡Pero sí, carajo, valió la pena tanto estudio al punto de quedarme ojeroso! 45 bachilleres en ciencias de la comunicación dimos el examen profesional.  Sólo 3 desaprobaron. Es decir: o somos un grupo de estudiantes esmerados (lo más probable) o el examen estaba facilón (por favor, no me linchen que sólo aprobé con 13). 

Una tercera teoría sobre la casi total aprobación del examen cae sobre LA BENDICIÓN RASTA del  inefable compañero y amigo Jorge Antezana, más conocido como Cocomán.

Momentos antes del examen el estudiantado bachilleril (¡un neologismo!), sentado en sus carpetas y conocedor de la espiritualidad de Cocomán, le pidió cariñosamente que nos dedique una oración, bendiciéndonos a su manera rasta para el examen.   

Cocomán, impulsado por los resortes de la amistad, salió al frente para atenuar el nerviosismo generalizado. Tomó una Biblia (¿quién llevó esa Biblia?) y empezó a leerla con voz sacerdotal, mirándonos a todos como un pastor al rebaño, como un jardinero a sus yerbas, levantando las manos en V para recoger energías del Universo Rastafari y derramarlas sobre nosotros, un puñado de estudiantes nerviosos por un examen que costó mucho dinero y tiempo, amanecidas y cansancio. Cocomán, muy concentrado, hacía reverencias, decía Rastafari, Haile Selassie Rastafari…oh, Jah, bendícenos para este examen", además de palabras sagradas de un idioma que me sonó a lengua tribal. Al final del ritual sonreímos todos, olvidando por un breve lapso la tensión académica que cargábamos desde hace dos meses. Fuertes aplausos agradecieron a Cocomán el inolvidable regalo que fue su bendición rasta.

Cuando comenzó el examen a las once de la mañana EL SILENCIO invadió plenamente la escena que creíamos un campo de muerte para quienes desaprobemos el examen. Algunos ratos, recuerdo que las cabezas se volteaban, dudando. Otras cabezas se ensimismaron en la hoja a llenar que tenían al frente. Algunos susurros mariposeaban en el aire. Tras dos horas, los profesores recogieron parcamente los exámenes. Salimos en grupo, comparando verbalmente las respuestas, revisando al detalle las separatas, hasta el hartazgo, y varios se fueron a casa. Con unos amigos, enrumbamos por un cebiche y unas cervecitas (aviso parroquial: se recomienda tomar con moderación).

Ahora el nerviosismo fue desplazado por la duda. Una DUDA grande y punzante entre todos, incluyéndome, por saber qué calificación habríamos alcanzado y, más importante aún, si aprobaríamos el examen o no.

La misión del comando estudiantil era por lo menos obtener un once aprobatorio, ya que para muchos de nosotros era la primera vez (siempre duele la primera) que dábamos un examen profesional que nos costó en promedio tres sueldos mensuales. 

Cuando eran las siete de la noche volvimos a la Universidad para ver los resultados. ¡Carajo, aprobamos! Entonces grupalmente nos felicitamos, abrazándonos, sonriendo. Muchos compañeros vinieron, varios se fueron a sus casas o a celebrar a otro lado. Pero fuimos 9 los que acordamos salir a festejarlo ahí mismo en un bar céntrico. Pasaron muchas cosas, diré, pero quedarán ahí donde sucedieron (en honor a la discreción y secreto profesional del periodista, jaja). ¡Provecho, picarones! Contento, brindé con mis amigos, contamos chistes, anécdotas y aspiraciones profesionales futuras.

Bajo canciones de moda, en parejas fueron hasta la pista de baile del bar. Eran 4 parejas, de amigos, ah, no confundir. Una vez bailaron toditos y yo seguía feliz sentado, aferrado a mi vaso cervecero y con el celular a la mano, llamando a alguien a quien empiezo a querer muchísimo. “Hola, gracias por escribirme, aprobé el examen de titulación con mis amigos y lo estoy celebrando”, “Qué bueno, Rogger, jajaa, sí, ¡escucho la música! La debes pasar bien”, “Sí, pero no bailo, ya sabes, ¡sólo me muero por bailar contigo!”. 

=)

Comienza otra etapa en la vida. Ahora sólo nos falta redactar una monografía y sustentarla ante un jurado de profesores. Aprobado ese paso, seremos Licenciados en Ciencias de la Comunicación. ¡Vamos, sí se puede!

(Foto de arriba) Rogger Avendaño, Giancarlo Luque, Shirley Vilcapaza, Jonh Cahuana, Karina Lima, Zósimo Castro, Santiago Chambilla, Steve Coaquira, Ruth Irene, Adrián Apaza. 



  
¡¡Ese Cocomán!! Con su barba profética, luce un semblante muy rasta y sonrisa victoriosa, ahí está la magia.  Sin duda, ¡el protagonista del examen profesional!