jueves, 22 de octubre de 2009

MATRIMONIO (reflexiones de un perucho, SEGUNDA PARTE)

Ayer en la mañana escuché por pura casualidad una interesante charla de dos señoras cuarentonas. Íbamos en la misma combi. Yo me sentaba atrás de ellas, casi al fondo (donde nunca hay sitio, sólo la pinche canción peruana de Al fondo hay sitio insiste en que hay).

- Hay, comadre, no sabes. Para encontrar a mi príncipe azul tuve que besar a varios sapos –se llevaba una mano a la frente, en signo de sufrimiento.
- Bien por usted, comadre. Yo hasta ahora creo que sigo besando a un sapo.
-Pero usted ya está casada con el compadre Lucho.
-Es que el sapo se había puesto piel de príncipe.

***
Llego a la universidad, ni bien me instalo con un libro a leer en la carpeta, por la puerta del salón entra mi amigo y me pregunta del sueño que le conté, hace unas horas, vía chat.

-Gran sueño, ah. ¿Quieres casarte, men?
-No, por ahora no -le digo, suavemente, metiendo el libro en la mochila.
-¿Ni a balas, Rogger?
- Ni así, brother.

Seguramente mi amigo pensará que me las doy de hombre difícil de atrapar, de marinero con mil amores en mil puertos. No sabe que mi respuesta es honesta, pero en parte. No tengo enamorada, por consiguiente, casarme no está en mi agenda. Aunque quisiera tener las ganas y calendarizarlo.

Ya en casa, muy noche, mis 3 hermanitos están durmiendo porque mañana deben ir temprano a sus colegios. Es medianoche y el sueño del matrimonio de ayer no fue tan cruel como al principio pensé: la chica que se casaba conmigo tenía el rostro cubierto por un blanco velo. Sólo pude ver sus labios carnosos. O sea, no tuve que ilusionarme con que en mi sueño era una chica hermosa; ni tampoco tuve que traumarme con una cara de bruja. Menos mal, parece que Morfeo solo me dio el sueño para hacerme reflexionar sobre el futuro. Mis neuronas procesaron muy poco esa alternativa. Lo que no quiero es ser un otoñal viejo solterón con ínfulas de jovencito.

Mejor me preservo de tal tentación matrimonial, por lo menos por estos momentos. Un cubetazo de agua fría quizá aminore esta fiebre que a ratos me sancocha. Ganas de formalizar una relación, ganas de tener mis propios hijos (practico mucho…cargando a Franco, mi hermanito, de 5 años). Tener un nido familiar es uno de mis sueños más anhelados.
Llegará el día donde con bombos y platillos, además de las loas del clan Avendaño-Cárdenas (mis dos apellidos), yo diga:

-Sí, acepto.



martes, 20 de octubre de 2009

MATRIMONIO ( reflexiones de un perucho)

Esta mañana hubo un terrible tráfico de ideas en mi mente (misma avenida Javier Prado. Lima). Fue en el reino de Morfeo donde soñé vestir un terno oscuro como de luto, llevar una corbata michi y, muy pegadita a mí, había una mujer de blanco. Saqué un anillo del bolsillo. Se lo puse. Ella hizo lo mismo, aunque mi dedo ofrecía cierta resistencia. Y luego de la sacerdotal frase “puede besar a la novia”, desperté de un salto en mi habitación.

Desayuné yogurt de fresa con plátanos troceados dentro del mismo vaso, a ratos me sacaba un pan integral de la panera de mimbre que está en el centro de la mesa. A pocos minutos, acabo. Ya son las 9 de la mañana, toda la familia desayunó hace una hora, cuando yo estuve tieso en cama, dormido.

Voy a mi habitación. Apenas presiono el power del control remoto, Marti brinca hasta la cama negra y se acomoda para ver National Geographic ( nuestro canal favorito).

Mientras busco entre mis jeans clásicos y polos de color entero (negro, café, rojo, gris), repentinamente me veo en el espejo. Sólo que esta vez pensé en qué tan solemnemente listo o estúpido podría ser yo frente al altar. Casándome ante un público donde se confundan lágrimas y ronquidos.

Matrimonio, una pesadilla para la mayoría de hombres. Palabra tan disuasiva y contundente como un suegro que te apunta con su escopeta. Es el insecticida perfecto que detecta y espanta a los enamorados inseguros (aunque hay casos donde el amor verdadero es a los billetes). La amplia mayoría de mujeres esperan ansiosas ese día. Pero algunos varones tenemos el espíritu del gallo, necesitamos mandar en el gallinero con nuestros cabellos engominados y chaquetas de cuero negro o color vino. Vivir libres como los pájaros, como supermanes volando de nube en nube y de rama en rama hasta caer, de noche, cansados en la cama. Otros queremos tener una sola mujer, rendirle infinita pleitesía mientras el amor y el erotismo sean mutuos.

No debería de hacerme tanto drama, creo, ya que en mi caso sí deseo casarme. Feliz estaré, con la mujer ideal que espero. Ideal, es decir, con una invencible sonrisa, progresista y que cuide su salud física y mental. Nada de otro mundo, ¿no?

Hay que dar para recibir, eso resume la simbología de colocarse mutuamente los anillos de boda. Pondría el anillo y felicísimo posaría ante la camarita que perennice el instante de mi emparejamiento oficial. Luego la luna de miel, después acomodarnos económicamente (independizarse de las invisibles correas paternales), acto seguido fabricar hijos. El plan es bonito, como pasear por la orilla de un atardecer marino. El único problema es ENCONTRAR A LA PAREJA IDEAL (vamos como alquimistas a buscar la Piedra Filosofal, a buscar oro entre el plomo).

Continuará...pronto, por ahora juego billar.


domingo, 18 de octubre de 2009

DE RESACAS, GATOS Y LISTERINE (la cabeza me da vueltas como un carrusel. No tomen mucho, gente)

Mientras escribo esto, el estómago me da vueltas y debo equilibrar mis 70 kilos de peso para no dar un mal paso. Es que anoche, en un feliz cumpleaños de un amigo de toda la vida, bebí una bukowskiana dosis de vino moqueguano. Estoy contento porque la pasamos magnífico en su casa, a pesar de que mis tripas estén ahora averiadas.

Anoche, apenas llegué a casa, me desvestí para dormir con mis tradicionales y ajustados bóxers negros. Eran como las 9 de la noche. Recordé que desde las 3 de la tarde, aproximadamente, estuve brindando copa en mano. Los tintineos del brindis se mezclaban con risas, con chistes y con la parrilla exquisita de cordero merino(chorizo, papa, ensalada). Dormía en mi cama pantera negra, hasta que desperté violentamente, vomitando el bukowskiano líquido que me contaminó.

Para mi suerte, vino mi eterna salvadora:mamá me puso una almohada, trajo un balde, papel y trapos para secarme. Era la primera vez que colapsé así en mi cuarto. Mamá estuvo nerviosa, porque rara vez tengo visibles caídas en mi salud. No fumo y suelo beber poco. Pero esta vez bebí como el Chato Barraza, industriales dosis alcohólicas. Además, tenía el estómago sin cenar, lo cual amplificó el destructor efecto del vino moqueguano en mis interiores.

Ya de madrugada, a eso de las 5, despierto y percibí todo oscuro. Un rancio olor en mis frazadas. Le eché aromatizante sabor lavanda para que se atenúe el mal olor. El culpable era un balde donde escupí anoche. Me quedo así, echado, rendido, escuchando del mp3 de mi celular las canciones que me animan para entrenar en el gimnasio. Musiquita positiva, fuerte, sana, ritmo contagiante.

Mi gato Marti está a mi lado. Descansa encima de la almohada que está al lado de mi cabeza. Abre sus ojos verdes con lentitud, me mira cansadito y ronronea. Mamá está en la cocina. Me pregunta si quiero un caldo de gallina (“en el Perú le decimos caldo levanta-muertos”). No gracias, le digo, le agradezco que siempre me cuide y me proteja. Conozco mi organismo. Sé que por mi bien, debo de estar por este día como una anoréxica: no desayunaré, no almorzaré y no cenaré. Mamá me alcanza mi legendario mate de canela, me dice que Marti parece mi enfermero. Toda la noche Marti estuvo junto a mí, mirándome dar vueltas en la cama, viendo cómo me auxiliaba la familia entera. Pienso en un gato que tuve antes: mi gato Popósh (así le puso de nombre mi prima Pamela). Popósh era blanco. Yo le decía gato de nieve. Parecía un gato médico, doctor, todo blanco. Era mi gato hasta que algún vecino que desconozco lo envenenó.

Hace dos años, mi abuela tenía fiebre. Todos estábamos alrededor de su cama, atendiéndola, hablándole, recordándole que Dios la ayudará. Ella es muy creyente. A mí me decía mi lindo hereje: yo no acostumbro a ir a misas ni a talleres evangélicos. Creo en Dios a mi modo. La Biblia fue una de mis primeras lecturas. Jonás y la ballena, Daniel y los leones, El arca de Noé, Sodoma y Gomorra.

Ya eran las 6. La calle se aclara, percibí eso en las cortinas de mi ventana que da a la calle. El panadero pasa en su bicicleta con una canasta de panes, vociferando “vendo pan calientito, pan, pan.” Oigo tacos. Tac-tac-tac. Camina apurada, debe ser la chica de la esquina que por ser tan bajita jamás dejará los tacones (así la veo siempre, en la tienda, en su casa, con sandalias que son su plataforma que la eleva algo de 8 centímetros). En estos minutos, quisiera ser como ella, que por ahora tiene una salud mejor que la mía.

Entonces, voy a la ducha. Al chocar con el frío chorro, tiemblo. Me da vueltas la cabeza. Pero persisto. Sumerjo la cabeza entera en el jacuzzy. Me enjuago la boca con harta pasta dental Dento, luego Listerine. Repito la limpieza bucal. Ahora sí, estoy mejor, huelo a limpio.

Moraleja: no bebas con el estómago vacío y ten litros de Listerine entre tus enseres de aseo.