jueves, 16 de agosto de 2012

PEQUEÑOS ÁNGELES EN TACNA

CON DISCAPACIDADES INTELECTUALES O FÍSICAS, O AMBAS, ESTOS NIÑOS LLENOS DE ALEGRÍA DEMUESTRAN QUE PESE A TODO SE PUEDE SONREÍR EN LA VIDA. 
Por Rogger Avendaño

Cuando están alegres sus sonrisas son muy grandes y puras, como las de cualquier niño normal, aunque al observarlos se note una diferencia epidérmica o conductual: el Síndrome de Down. Es lo primero que pienso cuando llego al Colegio de Educación Especial Félix y Carolina de Repetti, fundando un 25 de noviembre de 1966, con la sólida misión de atender a los niños que nazcan con retardo mental, falta de psicomotricidad regular y otras discapacidades de carácter intelectual y física.

La directora del colegio, profesora Alejandrina García Vásquez, contó que hay 97 niños con esa sonrisa que me parece angelical distribuidos en un total de 16 salones. “Atendemos los niveles de estimulación temprana (de 0 a 2 años), inicial (de 3 a 5 años) y educación primaria. Básicamente nos enfocamos en desarrollar habilidades sociales y el autovalimiento en actividades de la vida diaria como asearse solos, saber comportarse ante las personas y poder interrelacionarse con otras personas”, manifiesta desde su escritorio, con  documentos.

El colegio estatal Félix y Carolina de Repetti se ubica a un costado del colegio Federico Barreto, en la Avenida Industrial, calle Carolina de Repetti, distrito de Pocollay.
Cada niño que ingresa al CCE Félix y Carolina de Repetti es primero analizado de acuerdo a sus propias características y discapacidad, para posteriormente recibir una adaptación curricular.  Para mayores consultas, la directora recomendó que puede telefonearse al número repettiano: (052) 413632.

Aprendiendo para ser mejores
Cuando los veo en sus salones de clases, se les nota como niños de conducta normal, en términos generales: están quietos en sus sillas, otros corren, otros juegan con sus cuadernos y lápices. Me simpatizó verlos como pequeños fugitivos, ya que había uno o dos niños  en cada salón que siempre que encontraban las puertas abiertas salían corriendo al patio a recibir la luz del sol y el aire fresco, entonces sus profesoras corrían tras ellos, para regresarlos a su carpeta estudiantil.  

Como niños, ellos tal vez desconozcan que tienen una discapacidad y por eso se les puede ver alegres casi a toda hora, o concentrados en sus actividades académicas, lejanos de la apatía de otros discapacitados adultos. Pareciera que actúan libres en su propio mundo, a su manera.

Me asombró una niña que cuando yo sostenía la cámara para fotografiarlos frente a la pizarra se dio cuenta, se paró apurada de su carpeta y fue al baño a echarse agua al cabello, peinarse, mirarse en el espejo y ensayar una sonrisa, que cada día seguramente mejora, porque se nota que ella quiere mejorar su sonrisa, salir más bonita en la foto. Cuando finiquité la pequeña e improvisada sesión de fotos, les muestro sonriente a los niños la pantallita de mi cámara digital y varios de ellos sonríen. Aunque otros no sonríen, asoma cierta alegría en sus rostros, viéndose junto a sus compañeros y profesoras.
Luego la amable profesora Patricia Bravo me lleva al área de los más chiquitos, la cunita. Tienen muchos juegos  didácticos como rompecabezas que arman con dedicación, estructuras movibles, esferas de goma para mejorar su coordinación. Las profesoras siempre están al lado de ellos, atendiéndolos al detalle, sin perderles la vista, hablándoles con suma paciencia, a veces levantando un poco la voz cuando un niño juega a hacerse el sordito o el rebeldito, pero luego se abrazan y amistan. 

Un niño con problemas para caminar, y que está en terapia, ahora puede dar pasos apoyándose en dos barandas acondicionadas a su altura para ayudar al fortalecimiento progresivo de sus piernas y desarrollar el equilibrio necesario para que más adelante camine valiéndose por sí mismo. Cuando el niño va a caminar por la baranda, su profesora se ubica en el extremo opuesto para animarlo a venir, diciéndole, “hola, ven, ven, ¡te falta poquito!”, y así el niño llega a tocar la mano de su profesora, se abrazan y comparten una sonrisa.

Ganadores
Un logro fue ganar el primer lugar en el Teatro Escolar – Modalidad Especial, así como obtener el segundo puesto a nivel nacional en el Concurso de Experiencias Exitosas en Educación Inclusiva. Pero el mayor logro siempre será ver cómo estos niños empiezan a valerse por sí mismos, a educarse en formación a los valores que sus profesores, con una admirable paciencia y persistencia, les inculcan en cada clase.

Históricamente amenazados
Si los nazis hubieran ganado la segunda guerra mundial y dominasen el mundo es seguro que no habría discapacitados. Hitler creía erróneamente que la solución a las personas que nacían con retrasos mentales o discapacidades físicas (o que las adquirían con el tiempo) era liquidarlos. Entre 1940 y 1945, la Alemania Nazi acabó con casi 100 000 discapacitados, entre ellos, personas adultas y niños con Síndrome de Down. Sólo tiempo después tras tantas protestas en la Alemania vieja, Hitler reconsideró cambiar su medida, pero ya era tarde, los muertos eran miles.

Un gran corazón
El conocido psicólogo Enrique Azócar Prado manifestó a Vistaprevia que tomar la decisión de tener a un hijo con Síndrome de Down u otras discapacidades víctimas de cierto prejuicio social es admirable, felicitable, ya que implica tener un gran corazón. “Mucha paciencia, tolerancia, valor y amor, eso reúnen los padres que deciden enfrentar la vida con niños especiales. Debe ser temible saber que la vida primero podría llevárselos a ellos, como padres, y luego pensar ¿qué será de mi hijo?”, reflexionó.

Azócar tocó un tema en polémica. ¿Tienen derecho las personas con Síndrome de Down a tener hijos? Se sabe de casos en que hay parejas con dicha discapacidad. El psicólogo opina que no es recomendable porque son personas que no podrían orientar a su hijo del modo en que lo haría una familia normal. Sin embargo, dejó en claro que nadie tiene la autoridad para negarles el derecho a ser padres, por naturaleza. “Pero de todas maneras, recomendaría a que se esterilicen a las personas, en caso sea necesario. El Síndrome de Down no es hereditario, pero tener hijos no es recomendable porque podría haber complicaciones”, acotó.

Cuando regresé otro día al colegio Félix y Carolina de Repetti para ultimar informaciones, llegué en pleno recreo, a eso de las once de la mañana y fui reconocido por uno de los niños que fotografié. Se trata de un niño muy sonriente, robusto, de cabello crespo y ojos achinados. Me ve ingresar y nos saludamos, se me acerca a abrazarme, tiene fuerza, y su gran sonrisa me contagió una súbita alegría, esa mañana tan gris. Fue más súbito todavía que sonara su timbre que culmina el recreo.  Y aunque él no sabe mi nombre ni yo el suyo, compartimos un instante de alegría, recordé las palabras de psicólogo Azócar, “un gran corazón”. Después, sin dejar de sonreír, el niño fortachón caminó hacia su aula, a continuar su aprendizaje.



Publicado en el semanario escrito Vistaprevia.