jueves, 5 de mayo de 2011

PATITO FEO RUMBO A SER FELIZ (cambios y más cambios)

Siempre CREÍ ser el patito feo. En el colegio, en la Universidad. Aunque hubo brevísimos momentos de gloria como el ser la pareja (momentánea y sin derecho más que a posar en las fotos) de la reina del colegio primario o de la radiante quinceañera de secundaria, no me sentí contento más allá de esas horas protocolares; tampoco ser el impensado mister del salón y ser maquillado, con polvos antibrillo y gel húmedo, apoyó a descartar en mí el síndrome de "el patito feo".


Después sacrificios de nerd. Andar solo como un lobo estepario concentrado, ceño fruncido, serio, concentrado en todo y en nada. Todo para evitar frenos que aletarguen o trunquen el camino a la profesionalización. O sea, a estudiar y estudiar, jovencito, sin excesos fiesteros ni enamoramiento que luego  terminarás como un ebrio frustrado sin cerebro o serás padre a temprana edad, respectivamente. Más o menos eso me decían mis padres. Nunca pensé que alguien podría crucificarse a sí mismo durante tantos años. Ese alguien, estoy seguro, fui yo.

Sin embargo le saqué la vuelta a esos sacrificios y pude aprovechar una vida paralela: un mundo nuevo nacido del conjuro de dos palabras: LEER Y ESCRIBIR. Hay libros donde me sentí como el típico nerd de biblioteca que está lejos de conocer más amigos y socializar porque yo mismo cerré las manos y el corazón en un tiempo que siempre consideré mío pero que en verdad fue PRESTADO. Ahora lo sé, lo aprendí: DEBES VIVIR LIGERO porque la vida es fugaz y traicionera. Tu desastre puede estar a la vuelta de la esquina, así como el amor de tu vida, oportunidad irrechazable si quiere vivir y no malvivir. Leyendo fui el implacable Sinuhé (que viajó a pelear contra miles de espíritus malignos en La Rebelión de Lucifer, de J.J. Benítez), fui El doble filo Gío (que vivió insatisfecho y murió en un farandulero círculo de amigos falsos, El Giocondo, de Francisco Umbral), fui el incomprendido Erik (que padeció un amor desastroso y obsesionado en  El Fantasma de la Ópera, de Gastón Leroux).  Hay más personajes que me hubiera gustado encarnar, pero no quiero dilatar más estos párrafos.  

Ser todos y nadie es una ventaja que los libros te otorgan: no sales herido de las guerras librescas ni eres el súper héroe de moda.
¿Egresado y?  Ya, listo, acabé los 5 años de Ciencias de la Comunicación y la verdad siento que hay bastantes cosas del periodismo que no me gustan y no me gustarán. Por ejemplo, esperar infinitas horas para entrevistar a un viejo calvo intelectual que quizás ni me quiera dar la mano al terminar la sesión periodística, ofreciéndome el muy reputado con sus dientes temblorosos su último libro a la venta. "No gracias, otro día regreso". No regreso ni con el pensamiento. Conozco periodistas a los que ser mermelero o franelero (que no es lo mismo pero son como hermanos: nacidos del mismo vientre enfermizo) les cae mejor que el apellido de su deení (Documento Nacional de Identidad) celestito. 

Pese a todos los problemas de la Universidad Nacional Jorge Basadre Grohmann, debo admitir que le tomé un gran cariño a ciertos ambientes universitarios. Me late que más que los profesores y compañeros, me encariñé colmadamente de "esas noches solitarias en que yo escapaba del salón y vagabundeaba pasos abajo, hacia la lóbrega Facultad de Educación, y escuchaba las letras nostálgicas de esas baladas latinoamericanas-tristísimas- desde la Conchita Acústica de la Universidad en esa noche nostálgica. O sea que la nostalgia era la protagonista saliéndose por todas mis venas y ojos y no encuentro mejor palabra que esa para reconocerme como un patito feo por naturaleza y decisión propia, hasta que alguien me exorcizó, en cierto modo.

Dicen que luego del invierno llega la primavera, que luego de las más sangrientas guerras llega la paz, que luego de los huracanes las ciudades quedan más tranquilas (no hay nadie silbando ni gritando luego del susto  tremendo). Debe ser cierto. Es madrugada y mis ojeras de lecturas me dicen que valió la pena el sacrificio, como si Dios me escuchara. Estoy enamorado.

Es la primera vez que hay tanta química, tantos sentimientos y gustos encontrados. Soy muy joven para querer cerrar así el capítulo de mi vida emocional, lo sé, pero en aras de la honestidad siento que encontré a la chica que siempre, aunque sin proponérmelo, busqué (quizás es un error que muchos cometen por decir a cada rato esa frase. En mi caso es la primera vez que la digo).

"Es que somos dos geminianos que el tiempo separó hace muchíiiisimo tiempo", me dijo ella con su gran sonrisa. Sonrisa de ángel con ojos de aceituna. Me derrito como el rico helado que cada uno se pide. Le digo mil tequieros y estoy imparable. Y cuando ella dice que me quiere mucho siento que ya no soy el patito feo y menos un ex-crucificado. Es como si sus manos borrasen las cicatrices que mi alma tiene. Cicatrices que nadie ve ni percibe, más que las personas que me conocen bien a fondo.

Tantos atardecer recostados en el pasto en las afueras de la ciudad, viendo al sol ocultarse en lontananza. Tantas noches de la mano como salmones yendo contra la autopista. Las coincidencias se imponían ante las diferencias y las diferencias eran apagadas por nuestras sonrisas. "Dame tu mano". 

¿Porqué escribí esto tan coloquialmente en vez de hacerlo un poema si  algunos algunos me dicen que soy un purista del lenguaje? Bueno, no soy un purista dinosáurico de los que son una especie en peligro de extinción. Pero si ser purista es escribir correctamente y esquivar a toda manera el metrofloggero y facebookero típico como "k tal, iio vien, zabez, n zeeee, scribo com krjos me dE l Gna" !soy entonces un purista! Tengo amigos que escriben de esa manera tan computacionalmente moderna y no me incomoda, así como la manera en que cada uno escoge qué ropas comprarse cuando va de shopping. Pero claro, personalmente soy devoto de Su Excelencia El Diccionario (que es un cementerio de palabras, según un viejo escritor muy crítico de los jóvenes del chat ). Para mí el diccionario es el amigo indesmayable que cuando tú no sabes algo te dice, "ven, mira, que aquí tengo la respuesta". Lo mejor: no te pide nada a cambio y no tiene fecha de vencimiento como nosotros, simples mortales. Me asombro cuando veo en la Casa Basadre de Tacna libros que quintuplican mi edad...y más todavía.

Verdaderamente ella ahora forma parte del diccionario de mi corazón que así como papá, mamá, hermanos, amigos leales, les pone un halo de estrellas a cada persona. La confianza es grande y recíproca. Si criticas este romanticismo mío te diré: Sé que hay cambios, que las personas cambian. Pero la vida nos enseña que tarde o temprano tienes que confiar. Si no confías en nadie (ni en tus padres o pareja) te quedarás solo como un esquimal en tu confinado iglú. Vale la pena confiar...pero siendo precavidos.

A ella que seguramente leerá estas palabras le digo: "Siempre estuve esperando por ti".