pintado de gaviotas que vuelan a lo lejos.
Mi corazón se rompió los pies
buscándote durante sudorosos años,
oteando desde la cima de las montañas,
sumergiéndose en pantanos de incertidumbre,
entonces apareciste de la nada,
como una rosa blanca que se agigantó frente a mí,
llenando mi ensombrecido vacío con nombre.
Tu sonrisa fue la espada que atravesó mi tristeza.
Así de echada en el pasto y sonriente
es cuando me gustas más que nunca,
hamacada en una hojarasca del débil otoño.
Así de besada y besándome,
envueltos en un huracán de amor,
me enseñaste que el mejor amor
no es el que se escribe, sino el que se vive .
Autor: Rogger Avendaño Cárdenas.