Por
Rogger Avendaño
Cuando están alegres sus
sonrisas son muy grandes y puras, como las de cualquier niño normal, aunque al
observarlos se note una diferencia epidérmica o conductual: el Síndrome de
Down. Es lo primero que pienso cuando llego al Colegio de Educación Especial
Félix y Carolina de Repetti, fundando un 25 de noviembre de 1966, con la sólida
misión de atender a los niños que nazcan con retardo mental, falta de
psicomotricidad regular y otras discapacidades de carácter intelectual y física.
La directora del colegio, profesora
Alejandrina García Vásquez, contó que hay 97 niños con esa sonrisa que me
parece angelical distribuidos en un total de 16 salones. “Atendemos los niveles
de estimulación temprana (de 0 a 2 años), inicial (de 3 a 5 años) y educación
primaria. Básicamente nos enfocamos en desarrollar habilidades sociales y el autovalimiento en actividades de la vida
diaria como asearse solos, saber comportarse ante las personas y poder
interrelacionarse con otras personas”, manifiesta desde su escritorio, con documentos.
El colegio estatal Félix y
Carolina de Repetti se ubica a un costado del colegio Federico Barreto, en la
Avenida Industrial, calle Carolina de Repetti, distrito de Pocollay.
Cada niño que ingresa al CCE
Félix y Carolina de Repetti es primero analizado de acuerdo a sus propias
características y discapacidad, para posteriormente recibir una adaptación
curricular. Para mayores consultas, la
directora recomendó que puede telefonearse al número repettiano: (052) 413632.
Aprendiendo
para ser mejores
Cuando los veo en sus
salones de clases, se les nota como niños de conducta normal, en términos
generales: están quietos en sus sillas, otros corren, otros juegan con sus
cuadernos y lápices. Me simpatizó verlos como pequeños fugitivos, ya que había
uno o dos niños en cada salón que siempre
que encontraban las puertas abiertas salían corriendo al patio a recibir la luz
del sol y el aire fresco, entonces sus profesoras corrían tras ellos, para
regresarlos a su carpeta estudiantil.
Como niños, ellos tal vez
desconozcan que tienen una discapacidad y por eso se les puede ver alegres casi
a toda hora, o concentrados en sus actividades académicas, lejanos de la apatía
de otros discapacitados adultos. Pareciera que actúan libres en su propio mundo,
a su manera.
Me asombró una niña que
cuando yo sostenía la cámara para fotografiarlos frente a la pizarra se dio
cuenta, se paró apurada de su carpeta y fue al baño a echarse agua al cabello,
peinarse, mirarse en el espejo y ensayar una sonrisa, que cada día seguramente
mejora, porque se nota que ella quiere mejorar su sonrisa, salir más bonita en
la foto. Cuando finiquité la pequeña e improvisada sesión de fotos, les muestro
sonriente a los niños la pantallita de mi cámara digital y varios de ellos
sonríen. Aunque otros no sonríen, asoma cierta alegría en sus rostros, viéndose
junto a sus compañeros y profesoras.
Luego la amable profesora
Patricia Bravo me lleva al área de los más chiquitos, la cunita. Tienen muchos
juegos didácticos como rompecabezas que
arman con dedicación, estructuras movibles, esferas de goma para mejorar su
coordinación. Las profesoras siempre están al lado de ellos, atendiéndolos al
detalle, sin perderles la vista, hablándoles con suma paciencia, a veces
levantando un poco la voz cuando un niño juega a hacerse el sordito o el
rebeldito, pero luego se abrazan y amistan.
Un niño con problemas para
caminar, y que está en terapia, ahora puede dar pasos apoyándose en dos
barandas acondicionadas a su altura para ayudar al fortalecimiento progresivo
de sus piernas y desarrollar el equilibrio necesario para que más adelante camine
valiéndose por sí mismo. Cuando el niño va a caminar por la baranda, su
profesora se ubica en el extremo opuesto para animarlo a venir, diciéndole,
“hola, ven, ven, ¡te falta poquito!”, y así el niño llega a tocar la mano de su
profesora, se abrazan y comparten una sonrisa.
Ganadores
Un logro fue ganar el primer
lugar en el Teatro Escolar – Modalidad Especial, así como obtener el segundo
puesto a nivel nacional en el Concurso de Experiencias Exitosas en Educación
Inclusiva. Pero el mayor logro siempre será ver cómo estos niños empiezan a
valerse por sí mismos, a educarse en formación a los valores que sus
profesores, con una admirable paciencia y persistencia, les inculcan en cada
clase.
Históricamente
amenazados
Si los nazis hubieran ganado
la segunda guerra mundial y dominasen el mundo es seguro que no habría discapacitados.
Hitler creía erróneamente que la solución a las personas que nacían con
retrasos mentales o discapacidades físicas (o que las adquirían con el tiempo)
era liquidarlos. Entre 1940 y 1945, la Alemania Nazi acabó con casi 100 000
discapacitados, entre ellos, personas adultas y niños con Síndrome de Down.
Sólo tiempo después tras tantas protestas en la Alemania vieja, Hitler
reconsideró cambiar su medida, pero ya era tarde, los muertos eran miles.
Un
gran corazón
El conocido psicólogo
Enrique Azócar Prado manifestó a Vistaprevia que tomar la decisión de tener a
un hijo con Síndrome de Down u otras discapacidades víctimas de cierto
prejuicio social es admirable, felicitable, ya que implica tener un gran
corazón. “Mucha paciencia, tolerancia, valor y amor, eso reúnen los padres que
deciden enfrentar la vida con niños especiales. Debe ser temible saber que la
vida primero podría llevárselos a ellos, como padres, y luego pensar ¿qué será
de mi hijo?”, reflexionó.
Azócar tocó un tema en
polémica. ¿Tienen derecho las personas con Síndrome de Down a tener hijos? Se
sabe de casos en que hay parejas con dicha discapacidad. El psicólogo opina que
no es recomendable porque son personas que no podrían orientar a su hijo del
modo en que lo haría una familia normal. Sin embargo, dejó en claro que nadie
tiene la autoridad para negarles el derecho a ser padres, por naturaleza. “Pero
de todas maneras, recomendaría a que se esterilicen a las personas, en caso sea
necesario. El Síndrome de Down no es hereditario, pero tener hijos no es
recomendable porque podría haber complicaciones”, acotó.
Cuando regresé otro día al
colegio Félix y Carolina de Repetti para ultimar informaciones, llegué en pleno
recreo, a eso de las once de la mañana y fui reconocido por uno de los niños
que fotografié. Se trata de un niño muy sonriente, robusto, de cabello crespo y
ojos achinados. Me ve ingresar y nos saludamos, se me acerca a abrazarme, tiene
fuerza, y su gran sonrisa me contagió una súbita alegría, esa mañana tan gris.
Fue más súbito todavía que sonara su timbre que culmina el recreo. Y aunque él no sabe mi nombre ni yo el suyo,
compartimos un instante de alegría, recordé las palabras de psicólogo Azócar,
“un gran corazón”. Después, sin dejar de sonreír, el niño fortachón caminó
hacia su aula, a continuar su aprendizaje.
Publicado en el semanario escrito Vistaprevia.
4 comentarios:
Hiciste por fin tu periodismo literario, creo, por el matiz que le das es decir que escribes en primera persona, como viviendo el relato.
Saludos sigue bien Rogger
Carlos.
ME encanto esta entrada ,ellos son los verdaderos heroes de la vida,los protagonistas de este mundo y gracias a ellos que nos enseñan los valores ,la nobleza y el sentir de todo lo que nos rodea .
Gracias por compartir este mundo lleno de grandes valores ....
Un besazo enorme.
Carlos, gracias por los saludos. Un abrazo fraterno de mi parte. =)
Paloma, disculpa la demora, anduve muy metido en trabajos y trámites académicos.
Te agradezco de corazón las palabras y sí, ellos son los verdaderos héroes de la vida que siguen luchando, pese a tener cierta desventaja.
Saludos!
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